El anarquismo cultural que propugnamos desde este blog y su respectiva conciencia sobre toda la información que nos llega hoy a través de los medios de comunicación nos inclinan hacia una tendencia laica y antirreligiosa. En nuestra cultura occidental, donde ya hemos olvidado lo que es la convivencia, nos hemos visto muy seriamente oprimidos por una institución religiosa que privaba de libertad a sus seguidores e inundaba de una estricta moral intransigente. Aún hoy encontramos vestigios de este método de control sobre las masas en nuestra sociedad. La idea de 'familia tradicional', por ejemplo, sigue aún muy presente en la población española, al igual que las fiestas religiosas o el control que ejerce la Iglesia indirectamente en algunos ayuntamientos. Aún más preocupante es el incluso fanatismo evangélico en Estados Unidos, donde la religión ejerce un papel fundamental en la vida diaria de un gran porcentaje de norteamericanos. ¿Y qué es del islam? Más de lo mismo e incluso peor. Para qué dar detalles cuando la "guerra santa" que ejerce el periodismo occidental contra los musulmanes nos inunda a diario, ¿no?
Sin embargo, la religión es también nuestra identidad cultural. La cultura occidental es cristiana, queramos o no: es nuestra herencia histórica. Por supuesto, no hay que enfocar esto desde un punto de vista negativo. Es incluso hermoso, ya que esa herencia histórica es la que nos identifica no como Nación sino como pueblo e individuo. La que convierte nuestra cultura en algo contrario a las demás es la intolerancia y la incultura de ciertos individuos de la misma (en este caso cabe señalar a nuestra tan popular extrema derecha).
Un caso peculiar es el de Jerusalén donde, curiosamente, nacieron las tres religiones monoteistas de más importancia del mundo y sus diversas ramas: judaísmo, cristianismo e islam. Esta ciudad es el centro del conflicto bélico, social y cultural de más renombre en los últimos sesenta años: la guerra palestino-israelí. En Oriente Medio es donde se demuestra la importancia de la religión como realidad cultural. Aún siendo laico, dependiendo de las costumbres, la vestimenta o el lugar de residencia, la cultura del individuo será dependiente de la religión predominante.
La religión en sí no es problemática. Es un método de plasmar la moral mínima necesaria mediante la espiritualidad y la fe. El problema surge cuando el interés, el egoísmo y el egocentrismo humano se mezclan con el pacifismo y la inocencia del creyente. El resultado de esta suma es muy palpable: intolerancia, guerras religiosas, fanatismo, etc...
No pretendo bajo ningún concepto realzar la religión en este texto, pero la lucha libertaria no debe canalizarse en contra de algo abstracto que persigue los mismos fines que nosotros. La convivencia y la tolerancia son un requisito mínimo entre varias culturas y es una meta posible si se consigue apartar conflictivas leyes o mandados de borregos que controlan el alma de la gente mediante una sotana y un bastón. ¡Pero tiempo al tiempo! A cada cerdo le llega su San Martín.
"La Fábrica" o "El Loft del Pintor"
Hace 5 años
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